Un poco de ficción

Mis queridos amigos,

Supongo que después de esta nueva entrada en el blog, Luchito Serazo nos otorgará una crónica del matrimonio del gato, con su estilo tan detallado, que traerá cola en comentarios (favor de tomar fotos a las solteras).
Sigue todavía para muchos la alegría del reencuentro, y como le mencioné a Antonio Michi Rojas, tenía que escribir un cuento de tan emocionante episodio en mi vida, y la de todos los asistentes, y de los que nos siguieron en nuestro reencuentro.
El relato me ha salido largo, y no puedo publicarlo por completo, ya que lo estoy mandando a un concurso. Ya nuestro jurisconsulto César Veliz sabrá defender mi argumento (espero que no me cobre impuestos si gano el premio).

Me quedé intrigado sobre el amigo que nos veía desde tierras gringas según la alerta que envió Iván Medina. Nunca supe quien era, así que el protagonista del cuento es Alex Robles, justamente el anónimo que todavía no ha develado su identidad.
La historia tenía que contarse en primera persona, para acercar los hechos al lector.
Aquí les dejo sólo un fragmento, que si bien es ficción podría haber sucedido .

......
No había pasado ni una semana que el loco Loayza amarró un cable eléctrico a las patas metálicas de los pupitres e hizo saltar al profesor de lenguaje y literatura, cuando llegó la venganza del profe. Una delegación religiosa de España venía a Huancayo, y a las autoridades de un colegio de monjas se les ocurrió ofrecer un espectáculo de danza folklórica. Allí también enseñaba el profesor, así que buscó a las parejas de baile en nuestra colegio.
- Señor Loayza. Usted será el coordinador. Escriba en un papel a sus tres acompañantes.
Nadie quería tener actividades extracurriculares aburridas, y menos bajo la mirada de unas monjas.
- Señores Taipe, Medrano y Robles, serán representantes del colegio junto al alumno Loayza. Cualquier tardanza o falta a los ensayos figurará en el reporte al padre Maguiña.
- Eres un traidor Loco.
- Locos están ustedes. No tenía opción. Además uno para todos y todos para uno.
Así que por un mes entero, tres veces a la semana tuvimos que asistir a esas sesiones de danza en un segundo piso. Las monjas no nos despegaban los ojos de encima como lo habíamos previsto. Para suerte mía, la chica que me gustaba estaba en el grupo: Maria Claudia. Pero nada pude hacer con la presencia de las monjas en todos los ensayos. Para remate, al último ensayo asistió el padre Maguiña. Pero por alguna razón bajó al primer piso con las monjas. Nos dejaron solos. Era el último ensayo y nos tocaba vestir los atuendos que usaríamos en la presentación final. Las chicas empezaron a cambiarse detrás de un biombo. El Loco andaba en todas. Encontró un espejo y lo puso bajo el biombo. Ninguna se sacó su camiseta, pero las vimos a todas en calzones. Nos peleábamos por el espejo, entre murmullos., aunque Juan no quiso participar -entendí sus razones después-. Las chicas terminaron de cambiarse, y el Loco quería que la función continuase.
- Espejito, espejito, muéstrame otro calzoncito.
Lo dijo en voz alta el maldito. Tiró el espejo tras el biombo. Las chicas dieron un grito, aunque no tan estridente.
- Fuera de acá. Degenerados.
Nos alejamos entre carcajadas. Ni nos imaginábamos lo que venía después. Ellas exigieron vernos. Lucía, la más avispada quería verlo todo. Lo señaló al Chante.
- Ahora tú vienes tras del biombo con nosotras, y te bajas los pantalones. Nos toca ver.
- Taipe no quiso hacerlo. Tampoco Medrano. Yo me hubiese animado quizá de no haber estado Maria Claudia.
- Sarta de cobardes ahora me toca a mí.
- ¿No te vas a chupar como tus amigos?
- Claro que no.
Loayza sacó el cable de su bolsillo. Las chicas lo vieron.
- Esto es para encenderme. Soy eléctrico.
Las chicas no tenían ni la menor idea de lo que podía hacer el Loco. Nosotros lo dedujimos. Pero no nos atrevimos a conectar el cable a un tomacorriente.
Tampoco Loayza tenía las bolas tan firmes como su labia, y no quería bajarse el pantalón. Pero Lucía insistió, y lo peor de todo es que María Claudia también la secundaba. Y sin pensarlo más, Loayza ya estaba con el pantalón abajo.
- Tranquila chicas. No se vayan a alocar.
- Déjate de hablar tanto y bájate el calzoncillo...
Loayza pensaba que no hablabla en serio. Tampoco nosotros. Pero era el turno de ellas, y todas acariciaban al Loco para que cediera. Yo me enfurecí porque Maria Claudia estaba llegando demasiado lejos. No esperé ninguna señal y conecté el cable. El sacudón les pasó a todas y a Loayza. Gritaron. Se cayeron. Loayza ni tiempo tuvo para acomodar sus manos y cayó de espaldas, rompiendo el biombo, con los pantalones amarrados a sus pies. Como siempre, el padre Maguiña estaba ahí. No sabíamos que tanto había visto o que tanto había escuchado. Lo cierto es que nos libramos de la presentación al día siguiente, pero nos suspendieron por dos semanas del colegio. Regresamos como presidiarios, en libertad condicional, excepto Juan Medrano. Una sola payasada más y no terminaríamos la secundaria. Tampoco fuimos al viaje de promoción.
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